Garbiñe Muguruza (que ha cambiado su residencia oficial desde Barcelona a Ginebra, donde reside la familia de su entrenador, Sam Sumyk) estableció que «cualquier jugadora que me toque va a estar bien, sea una de las rusas, Kuznetsova, Pavlyuchenkova… da igual que sea Pepita o María. Mientras más partidos juegue, más continuidad tendré y mejor me voy a ir encontrando».
«Yo quiero sol, días soleados, y jugar como hoy en una pista tan bonita como la Chatrier, no como el primer día en al Lenglen, que, del frío que hacía, no podías parar de correr, tenías que seguir corriendo todo el tiempo. Hoy, como digo, era un día perfecto y creo que se ha notado en mi juego», analizó Muguruza, ya en octavos de final tras aplanar por 6-3 y 6-0 a la belga Yanina Wickmayer.
Muguruza vive rabiosamente el presente más concreto: «Ni me preocupa el pasado ni quiero pensar en quién tendré de rival en la siguiente ronda. He venido muy motivada a este Roland Garros, estoy aquí para jugar bien y esto es lo que hasta ahora se está consiguiendo. Sam Sumyk es un entrenador profesional, con experiencia y en el que pensé que se puede confiar a tope si quieres llegar al nivel más alto».