Roger Federer mantiene en el aire su participación en el Masters 1.000 de Roma. El pasado sábado, el suizo ya tomó posesión de la Centrale del Foro Itálico para entrenarse, pero ha suspendido su comparecencia de prensa hoy y hasta este miércoles, día en que está programado su debut contra el peligroso ‘teenager’ (19 años) Alexander Zverev, no confirmará si juega. El alemán secó el lunes a Grigor Dimitrov.
Federer, de 34 años y campeón de 17 Grand Slams, siempre ha tenido un físico privilegiado favorecido por su juego de poco desgaste. Pero este año le está persiguiendo la mala suerte, o le va pasando factura su cuerpo. La semana pasada no jugó en Madrid («me duele un poquito la espalda y no quiero forzar de cara a Roma», se excusó). Se había probado en la tierra de la Caja Mágica, y sus sensaciones no fueron buenas. Venía de perder en Montecarlo en cuartos contra Tsonga, en lo que suponía su vuelta al circuito.
Porque el expreso de Basilea, que firmó semifinales en el Abierto de Australia, tuvo que pasar por el quirófano para solucionar un problema de menisco en su rodilla derecha provocado por un mal gesto al bañar a sus hijas. Nunca antes había sufrido una operación, y estuvo parado 77 días. En el año, además, en que sustituyó a Stefan Edberg por Ivan Ljubicic como consejero técnico. Si no se decide a salir en Roma, llegará a Roland Garros (22 mayo-5 junio) con un bagaje de sólo tres partidos sobre arcilla. En los Intenacionales de Italia podría encontrarse en semifinales con Novak Djokovic o Rafa Nadal, que chocarían en cuartos.
En 2013 se pronosticó el ocaso de Federer —un deportista que ha administrado muy bien los descansos para estar fino en los tramos clave—, pero el suizo tumbó el condicionante de la edad, hizo un curso notable en 2014 y el año pasado acabó con seis títulos (entre ellos el Masters 1.000 de Cincinnati) y finales en Roma (donde nunca se ha coronado), Indian Wells, Wimbledon o el US Open. De momento, el Foro Itálico le sigue esperando.