Con el techo cerrado a cal y canto, en el ‘Manolo Santana’ (y un pastoso 94% de humedad relativa), Novak Djokovic fue más imponente que nunca en su turno de cuartos de final ante Milos Raonic. Y no solo por un triunfo casi previsto de antemano (6-3, 6-4, en 104 minutos). Lo más deslumbrante fue que el número uno del mundo, cada vez más inatacable, dispuso de nada menos que diez ocasiones de rotura (convirtió solo dos, 2/10 y se enfadó por ello), puesto de frente ante el servicio-misil de Raonic: cuyos primeros saques estallaban en la banda de 215-220 km/h. Pero, numéricamente, Djokovic parecía ser el verdadero gran sacador: canceló las tres únicos puntos de ‘break’ en contra (0/3 para Raonic, uno en el juego final), resolvió el 73% de puntos con sus primeros servicios… y el 68% con segundos: 15/22. Eso, mientras Raonic solo conseguía el 45% de puntos con segundos saques: 10/22. Tremendo.
En su semifinal, la segunda del sábado (a las 20:00 horas), el ‘boss’ serbio (al que en Madrid asesora Marian Vajda) se cita con Kei Nishikori: que se halló a solo dos puntos de la derrota en la Pista Arantxa Sánchez Vicario antes de superar al ‘enfant terrible’ australiano Nick Kyrgios por 6-7 (6), 7-6 (1) y 6-3. En el segundo set, con 6-5 y servicio de Nishikori, Kyrgios tuvo un 15-30 a favor y jugó (mal) un ‘deuce’: en ambas situaciones, el chico terrible de Canberra vio la victoria a dos puntos, pero fracasó en planteamiento y ejecución.
Entre una nube de impasibles seguidores japoneses, Nishikori´-que en 2016, sobre tierra batida, solo ha perdido con Nadal, en Barcelona- mantuvo la calma y pasó a la final tras dos horas y 36 minutos de combate, tensión y tiroteos planos. Cara a cara, Djokovic domina a Nishikori por 7-2, aunque uno de lo dos éxitos del japonés anuló a Novak una opción muy cercana de un título de Grand Slam: fue en la semifinal de 2014 en el US Open.