La lujosa cubierta retráctil del Estadio Manolo Santana (102×70 metros, 1.200 toneladas de peso, y la principal de las tres que techan las pistas interiores de la Caja Mágica) puede mantener tres posiciones: totalmente abierta, semiabierta y cerrada. En algún Madrid Open, la factura de luz a pagar por los movimientos de las cubiertas (también de noche) llegó a ser de 50.000 euros, factura de la electricidad para la activación de gatos y motores hidráulicos más la plena disponibilidad (sueldo, dietas) de un ingeniero eléctrico y un técnico hidráulico de la empresa guipuzcoana Bosch Rexroth: operativos en todo momento.
Ayer, la inestabilidad del clima hizo que la cubierta se cerrara para Murray y Berdych, se abriera para el Cibulkova-Chirico… y se dejara semiabierta antes de que lloviera durante el Nadal-Sousa: ahí, filtraciones por los chaparrones ya habían inundado las gradas. Al fin, hubo que cerrar.