Remontada. Otra vez. Diversión. Eso es lo que pretende Hamilton, adelantar sin parar para acabar en el podio lo más cerca posible de su compañero Nico Rosberg, previsible ganador de la carrera en Rusia. Esta es su estrategia: «Espero hacer una primera vuelta limpia y que el coche esté de una pieza para poder luchar con la gente. Creo que no ha habido ninguna carrera este año en la que mi coche estuviera entero tras la primera curva, así que eso es lo que busco. No se me da mal adelantar”.
Saldrá décimo después de sus problemas en la unidad de potencia que desde primera hora de la mañana intentan arreglar su mecánicos. En ellos pensaba el campeón del mundo. “Volvíamos a tener un gran ritmo de carrera y entonces esto nos ocurre sin que lo esperásemos. Me siento impotente por mis chicos, no hay mucho que pueda hacer para animarles y ellos tampoco pueden hacer gran cosa para animarme porque esto ya ha ocurrido. El objetivo se aleja más y más. Estoy haciendo todo lo que puedo, no puedo hacer más», declaraba.
Y es que Hamilton se quedó totalmente destrozado después de la avería. No sabía explicar sus sensaciones: «No sé cuál es la palabra, no puedo describir lo que siento ahora mismo. No es una sensación muy bonita. Hay momentos en los que estás impotente. Hemos trabajado muy duro con mis mecánicos e ingenieros para que el coche estuviera perfecto este fin de semana”.
Pero ¿qué pasó? Lo mismo que en China. Pero… «Tengo mucha curiosidad, estoy muy, muy intrigado por saber o que está pasando aquí, he pedido tantos detalles como sea posible, hicimos 800 kilómetros al día ne los test y el coche fue impecable y ahora pasa dos veces seguidas lo mismo. Es culpa nuestra. No creo en la buena y la mala suerte, hay una razón lógica por la que pasan las cosas”. Cierto.