1 de mayo de 1994. Día imborrable. Fecha negra para la historia de la Fórmula 1, del mundo del motor, del deporte. Tamburello. Una curva, un nombre, se interpondría en la vida de uno de los más grandes para convertirlo en leyenda, para siempre. Ayrton Senna dijo adiós aquel domingo de un fin de semana nefasto en Ímola, circuito que vio el día anterior cómo Roland Ratzenberger también se marchaba sin remedio.
Han pasado ya 22 años desde que el brasileño abandonó la Tierra para convertirse en mito. Fue, es y será un referente para todos aquellos que quieran ponerse detrás de un volante, una inspiración para cualquier deportista. Cada año echamos la vista atrás, viajamos hacia aquel maldito día para rendirle un homenaje permanente, merecido, y para dar las gracias por lo mucho que ha mejorado la seguridad en la F1 y recordar que no hay que parar de hacerlo.
En Rusia, sus compañeros, sus sucesores, le homenajearán de la mejor forma que saben, dándolo todo en el asfalto, como hacía él. Y recordarán, recordamos, sus penetrantes frases como si fueran mantras para las carreras y para la vida. «Tú crees que tienes un límite, tan pronto le tocas, algo ocurre en ti, de alguna forma puedes ir un poco más allá. Con el poder de tu mente, de tu determinación, de tu instinto y con tu experencia, puedes volar muy alto».
Senna… Siempre.