Libreros desafían la decadencia de la imprenta

BARCELONA. Crisis de consumo, libros electrónicos, piratería, plataformas digitales… No hay amenaza suficiente para frenar el sueño de algunos “locos” emprendedores que en los últimos años están revolucionando el mapa de librerías de Barcelona, la capital literaria del mundo hispanohablante.

Una de ellas es Montserrat Serrano, la risueña y vital propietaria de la librería +Bernat. La actividad es frenética para preparar el 23 de abril cuando, coincidiendo con el día del libro, en Barcelona es tradición que parejas, amigos y familiares se regalen libros entre ellos.

Para +Bernat también será un día especial: se cumplirán seis años de su ampliación, en plena crisis, para salvar un negocio fundado en 1978 que se hundía. Su dueña cerró su local de 40 metros cuadrados y se trasladó al establecimiento contiguo, un antiguo sex-shop, donde abrió una librería-café.

“Teníamos que cambiar. O nos reinventábamos o realmente era imposible mantenerlo”, explica Serrano desde su silla de ruedas. “Decidí ampliar el local para sobrevivir. Soy una loca, no tengo barreras”, bromea.

En el nuevo local, las mesas del bar, casi todas ocupadas, se alternan con estanterías abarrotadas de libros y al fondo disponen de un amplio espacio que aprovechan para numerosas actividades: presentaciones, conferencias literarias, tertulias sobre cine, conciertos, torneos de juegos de mesa o clases de idiomas.

“Acabas convirtiendo la librería en un punto de reunión, hay mucho movimiento de gente y fidelizas al cliente”, explica. Pero aun así, la situación es difícil: “luchamos como locos para cuadrar los números. Al mínimo imprevisto, todo se tambalea”.

“Crisis persistente y profunda”

En 2014, la industria editorial facturó 2.195,8 millones de euros: una pérdida del 30% respecto a 2008, cayendo a niveles de 20 años atrás, según cifras de la federación española de editores.

Según el Instituto Nacional de Estadística, entre 2008 y 2013 desaparecieron casi 1.200 librerías, de 7.074 a 5.864 en toda España. En Barcelona, cerraron negocios emblemáticos como la céntrica librería Catalonia, que tras sobrevivir a un incendio y la guerra civil (1936-1939) se vio ahogada por el alto precio del alquiler.

“La crisis ha sido larga, persistente y profunda”, lamenta Antoni Daura, presidente del gremio de libreros de la región de Cataluña. “Pero ha habido emprendedores, gente que ha abierto, con perfiles muy especializados y dimensiones más reducidas”.

“Ha habido una crisis económica, pero no una crisis cultural”, enfatiza Abel Cutillas, fundador de la Calders que, desde su apertura en abril de 2014, se ha convertido en un referente en Barcelona.

“Han aparecido editoriales muy interesantes, autores muy atractivos, se están reeditando y traduciendo libros de mucha calidad”, destaca entre las desgastadas paredes de su local.

Junto a su socia, Isabel Sucunza, apuestan por promover el “boom” de editoriales independientes nacidas recientemente en el país y que, pese a sus presupuestos ajutados y su reducido tamaño, se consolidan gracias a productos muy cuidados y de gran calidad literaria.

Contagiar la pasión literaria

“Los nuevos libreros no nos regimos por criterios pura y exclusivamente comerciales. No somos grandes almacenes, cuidamos mucho nuestra selección”, reflexiona Xavier Vidal, propietario de No Llegiu (no leáis, en catalán).

En octubre de 2013 dejó su trabajo de periodista y abrió su nuevo negocio en un antiguo barrio industrial de Barcelona en plena transformación.

Ahora acaba de trasladarse a un nuevo local, más espacioso y con una elegante escalera de caracol que une sus dos plantas. Todo gracias a sus clientes, que donaron 17.000 euros en un micromecenazgo y organizaron una cadena humana para trasladar los libros al nuevo establecimiento.

Son las 20H30 y la librería ya ha cerrado pero Xavier se queda una horas más para oganizar un club de lectura. Hoy toca analizar los dos primeros capítulos de “La montaña mágica”, del alemán Thomas Mann.

“Si yo me siento en la librería y espero que venga la gente, me puedo morir. Los he de hacer venir, contagiarles mi pasión por la lectura”, explica. “Es algo que nos une a todos los nuevos libreros, concebir nuestra librería como un centro cultural”.

“Es imprescindible para sobrevivir. Necesitamos generar actividad para atraer público y aumentar el mercado”, coincide Cutillas.

No se han hecho millonarios pero mantienen sus negocios fundados en la peor de las coyunturas. “El éxito de una librería es sobrevivir y de momento lo estamos haciendo”, añade.

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