A pesar de que acabó en el segundo escalón del podio, Vettel no pudo contener su rabia con Kvyat. El alemán consideraba que el ruso se había excedido con su movimiento en la salida por el que acabó golpeando a Raikkonen y se lo hizo saber con gesto torcido y alguna voz más alta que otra en el prepodio. Quizá perdiera la ocasión de intimidar a Rosberg por la victoria, pero pocos dan la razón a Sebastian, ni tan siquiera su jefe en Ferrari Maurizio Arrivabene.
El mandatario italiano considera injusta las acusaciones de Vettel a lo que fue un incidente de carrera sin más. «Creo que señalar con el dedo a alguien no es correcto. Sí, Kvyat estaba haciendo su carrera, entró en la curva a gran velocidad, pero creo que Seb y Kimi habrían hecho lo mismo en la posición de Kvyat. Si quieres defender la posición te alejas, pero por desgracia Kimi estaba allí. Esto son carreras, no el monopoly», decía tras acabar la acción en la pista.
Aunque tanto el tetracampeón como su compañero finés pudieron acabar cruzando la meta, como es lógico, lo último que quiere un jefe es ver a sus pilotos golpeándose entre sí y mermando sus opciones, pero Maurizio no tiene argumentos para culpar al ruso de Red Bull como si hizo Seb: «Creo que fue un accidente, estas son cosas que forman parte de la carrera, pero, por supuesto, cuando tus dos pilotos chocan entre sí no es bueno. ¿Qué más puedo decir?».
No fue el único golpe que tuvo Vettel, también tuvo uno pequeño con Bottas que dejó su alerón delantero un poco tocado. «Fuimos a hablar con los ingenieros en la parte trasera del garaje, estaban comprobando los números y me dijeron que si parábamos y perdíamos por lo menos 10 segundos en cambiarlo no ganaríamos nada, por lo que era mejor quedarse así con los datos que teníamos». Se quedaron así y acabaron segundos, aunque no evitaron la pataleta de Seb.