SANTO DOMINGO. Una joven de 20 años fue asesinada por su esposo, porque entendía que ella dejó de amarlo y que tal vez pensaba en otro hombre.
Esto le vino a la cabeza porque sus padres se la llevaron de vuelta al hogar materno en el Seibo. A ella le gustaba la longaniza, ignorando que la carne porcina puede llevar parásitos al cerebro y generarle una cisticercosis y alterarle su conducta.
Consumado el hecho, el celoso marido se enteró luego, en la cárcel, que su mujer no dejó de quererlo, sino que el cerebro de su esposa había perdido la capacidad de amar, por culpa de la cisticercosis que le provocó la tenia solitaria que se transmite al ser humano, a través de la ingestión accidental de quistes larvarios de tenia, según la definición de la Organización Mundial de la Salud (OMS), y que afectó la parte afectiva a la malograda joven.
Otro caso es el de una adolescente de 14 años que salió con una bandera de socorro de la frontera dominico-haitiana la pasada semana. Llegó al hospital de Bánica sangrando intensamente por el recto, luego de haber pasado por el de Elías Piña y San Juan de la Maguana. No quería morir.
Pasaron cuatro días y llegó al hospital infantil Robert Reid Cabral, donde expiró.
Su cadáver fue llevado al Instituto Nacional de Patología Forense con un escrito que dice sangrado intestinal bajo.
Ella murió sin diagnóstico, a pesar de que era fácil descubrir que su sangrado era fruto de una amebiasis.
Estas historias fueron narradas por el médico patólogo forense, Sergio Sarita Valdez, con las que inició sus palabras de agradecimiento por la designación con su nombre al Instituto Nacional de Patología, en reconocimiento de sus aportes al desarrollo de la medicina legal en la República Dominicana.
Lo hizo como una forma de llamar la atención de que todo médico debe saber identificar lo que es una amebiasis antes de graduarse. También para demostrar la importancia de las autopsias y los misterios que revela y que sirven de base a la investigación forense y para que repercuta y vuelva a la frontera, para que no haya otro paciente que muera por una disentería amebiana, algo, que asegura, se puede identificar fácilmente con una simple muestra de contenido fecal, con la que se le puede ser el diagnóstico, tratar al enfermo y evitar que muera.