Doris Rodríguez
SANTIAGO.-En la tradición cristiana católica, la celebración de la Semana Santa implica revivir la fe. Se trata de una especie de reencuentro con lo fundamental, en un momento específico en el que todos los creyentes buscamos con fervor a Dios, quienes vivimos ese momento, podemos asegurar que se trata de un espacio especial que tiene un verdadero impacto espiritual.
Recordar el sacrificio de Jesús en la cruz. La Semana Santa es el momento predilecto para tener un encuentro íntimo con Dios y acercarnos más al prójimo, realizando buenas acciones, perdonar, expulsar del corazón el rencor, el odio y la envidia. Es importante orar y tener recogimiento interior.
Tradicionalmente la Semana Santa es un período de intensa actividad litúrgica, para muchos feligreses unos días donde la familia se convierte sin duda en el elemento integrador para pasar la semana Santa, por estos días se visitan a los parientes lejanos, amigos y se comparte con ellos en diferentes actividades religiosas.
En esta época recordamos con cierta nostalgia aquellas narraciones de nuestros padres donde nos contaban y nos hacían cumplir con aquellos “mitos” que de una u otra manera nos llevaban a un silencio de respeto por la muerte de Nuestro Señor Jesucristo, algunas de las creencias que aún se mantienen de manera tímida en nuestros pueblos.
«Para las personas que venimos de familias con fuertes creencias católicas, es común encontrar afirmaciones que muchas veces rayan en lo absurdo» como que durante el Viernes Santo no se debía limpiar la casa ni barrer el suelo, porque equivalía a «barrer la cara de Cristo».
No subir a un árbol, porque se corre el riesgo de convertirse en mono. Tampoco bañarse porque se puede transformar en pez. Existía el temor de que los bebés que naciera el Viernes Santo pudieran traer el anticristo.
No hay que tener relaciones sexuales, pues la pareja puede quedar unida físicamente, sin posibilidades de separarse…Tampoco se pueden utilizar clavos porque Jesús fue crucificado de pies y manos con ellos.
Vestirse de negro, caminar despacio y no gritar para no faltarle el respeto a Dios. Levantarse temprano e ir al río en silencio y trae un galón de agua sin hablar para que el agua fuera bendita.
No puede arar la tierra con bueyes porque le hablaba al amo. No puede cortar un árbol porque brota la sangre de Cristo.
Si algún hijo le levanta la mano a sus padres en un intento de agresión, se le puede caer el brazo o convertirse en mula.
El Viernes Santo a las tres de la tarde (hora en que murió Cristo) no salir, ni siquiera asomarse a la calle.
No se debe cazar porque el daño se te puede ‘devolver’. No cortar nada, porque se estaría cortando el cuerpo de Cristo.
Si un hijo les saca la lengua a sus padres, la lengua se le puede convertir en lengua de serpiente.
Sólo se puede escuchar música sacra y no se puede bailar, decir groserías, coser, planchar, no tomar alcohol, ni montar en burro.
Por último, Si los niños hacen una travesura, no se le pega, porque le estarían pegando a Jesús, pero después que pasaba la Semana Santa esa pela venia segura.
Las creencias mencionadas forman parte de una larga lista relacionada con Semana Santa, que en un pasado no muy lejano llegaban a provocar temores en la gente.
No acatar éstas creencias significaba no respetar a Jesús, por no haber guardado duelo por su muerte, al derivar la mente a cosas ajenas a su sufrimiento, lo cual merecía castigo divino. Ahora estos mitos, que antes provocaban temores en la gente, hoy día son motivos de bromas o de recuerdo de las creencias de los ancestros. En todo caso, todavía dan de que hablar y para otros, son normas para practicar.