Por: Dr. Frank Espino
“El futuro nos tortura y el pasado nos encadena. He aquí por qué se nos escapa el presente” Gustave Flaubert (Novelista francés)
Santiago-Hace unos días nos visitó un grupo de estudiantes, para fines de asesoría de tesis de pre-grado. Se quedaron mirando una foto colocada en mi consultorio, donde aparecemos nuestro grupo de la segunda promoción de medicina de la PUCMM, 1981.
Todos notaron que en dicha foto, no se veían los árboles crecidos de pino que estaban frente al Hospital Cabral y Báez. Tuve que explicarles que fue precisamente en el año 1980, que se tomó esa fotografía, y que en ese tiempo todo faltaba.
Mi grupo de compañeros de medicina era de 120 entre extranjeros y dominicanos pero aproximadamente solo 10 ó 15 tenían medios de transporte, lo que obligaba a muchos de nosotros desplazarnos en lo que pudiera llegar a la universidad, desde un coche tirado por caballo, hasta la guagua de “Pichón” (nunca supe el nombre real del dueño de estos autobuses) que eran magistralmente manejada por Cristóbal (Toba) y cuyo “piche” el famoso “muerto” (tampoco nunca conocimos el nombre correcto, y no se si el “muerto” vive) recorríamos una distancia desde la PUCMM hasta Bella Vista, tiempo que sin “tapones” nos tomaba hasta dos horas llegar por el gran recorrido.
Tuve que decirles a los jóvenes estudiantes que nos disponíamos de libros de medicina actualizados, ya que eran escasos, y costosos, por razones obvias, apenas una carrera de medicina en Santiago y los autores escribían en inglés, que para ese tiempo, solo los estudiantes que venían extranjeros dominaban a la perfección.
Se encontraban asombrados cuando les dije que los teléfonos en las casas eran muy limitados, lo que hacía la comunicación muy primitiva.
Con apenas unos cuantos canales a blanco y negro y solo uno a color era todo nuestra diversión televisiva nacional.
Una de las cosas buenas es que paradójicamente teníamos mas salas de cines que ahora, y muy confortables para su tiempo. Películas en tandas matutinas los domingos y los famosos matinées.
Nuestros profesores tenían unas fichas; donde leían sus cátedras, ya que no se disponía de proyección tipo data show, y algunos excepcionalmente utilizaban un carrusel, otros como era normal, vista fija, y la pizarra. ¡Y aprendíamos! ¡Sacábamos de abajo! ¡Hacíamos de tripas corazón! Apenas existían algunas fotocopiadoras, y era un instrumento de lujo para quien la poseyera.
Cuando solíamos poder hacer un trabajo, teníamos que pagar a quien pudiera hacerlo a maquinilla y si era muy extenso, pasarlo por “mimeógrafo”
¡Todo era escaso!. El dinero. Las cosas. El transporte. La comunicación. Los libros. Las buenas cátedras. Los medios audiovisuales. Los profesores universitarios.
Sin embargo muchas otras cosas eran sobresalientes: Mucho respeto y unión entre amigos, vecinos, los estudiantes con profesores y viceversa. Sobraban los parqueos!
Soñábamos con ir a la playa, y visitar hoteles que apenas empezaban a crearse. Poder tener vehículo propio, conocer nuevos horizontes, no teníamos esos grandes supermercados, la pulpería era nuestro primer medio de poder adquirir nuestras necesidades sobresalientes.
Nuestra historia es la misma de cientos de profesionales que hoy estamos en el medio. Uno se pregunta. ¿Fueron aquellos tiempos mejores que ahora?
Contesto!-¡No lo creo!
Pues independientemente que seguimos siendo un país pobre, con carencias, con sistema de salud “enfermo”, una educación – deficiente, una justicia, injusta, donde todo se circunscribe a corrupción, manipulación, drogas, falta de oportunidades y criminalidad en todo el territorio nacional, hemos avanzado y poseemos tantas cosas que nos pueden prolongar la vida, nuevos conocimientos, tecnologías, capacidad económica y profesional, que en otros tiempos eran prohibitivos.
El autor es médico, escritor y profesor universitario