AUSTIN (EFE).- Julián Castro es sin duda alguna el principal dirigente latino del Partido Demócrata y uno de los mayores aliados de Hillary Clinton en su carrera a la Casa Blanca, un reto para el que muchos sitúan al texano como favorito y perfecto candidato a vicepresidente de Estados Unidos.
«¿Crees que ella (Clinton) te escogerá como compañero de fórmula?, ¿Te estás postulando para ser vicepresidente?, ¿Te gustaría ser vicepresidente?», estas tres preguntas -a las que Castro respondió con un triple «no»- se las realizaron el lunes en Ottumwa (Iowa) pero podrían haber sido en cualquier otro lugar.
Está casi tan ocupado en desmentir los rumores que lo sitúan de candidato a la Vicepresidencia como en respaldar a Clinton. «Estoy completamente dedicado a ayudar a Hillary. Tenemos unas primarias (que ganar)», sentenció en Ottumwa, pese a la sucesión de artículos que lo ponen en esa posición.
Nieto de una mexicana, Castro, de 41 años, fue alcalde de San Antonio -la séptima ciudad del país- entre 2009 y 2014, momento en el que el presidente Barack Obama lo nombró secretario de Vivienda y Desarrollo Urbano y se convirtió en el miembro más joven del Gobierno estadounidense.
Se había hecho popular en 2012 al ser el primer latino que abría una Convención Nacional Demócrata, así lo había hecho el propio presidente ocho años atrás, lo que le valió al entonces alcalde el apelativo del «Obama latino».
Uno de los atractivos de incluir a Castro en la fórmula, quizás el mayor, sería el de captar el voto latino para los demócratas, especialmente en unos comicios para los que el Partido Republicano tiene aspirantes hispanos como Ted Cruz o Marcos Rubio listos para obtener la nominación si no lo hace el magnate Donald Trump.
Además, con su juventud complementaría a una Hillary Clinton que, con 68 años, muchos creen que llega tarde al reto.
«Lo que se escucha en Washington, incluso de personas que trabajan en la campaña de Hillary Clinton, es que el primero en la lista es Julián Castro. No tienen una segunda opción porque él es el candidato idóneo teniendo en cuenta su currículum, personalidad, conducta y origen hispano», dijo hace unas semanas a Univisión Henry Cisneros, uno de sus mentores.
Cisneros trazó hace tres décadas el camino que Castro ha seguido, primero como alcalde de San Antonio (1981-89) y después como secretario de Vivienda y Desarrollo Urbano de Estados Unidos (1993-97) bajo la Presidencia de Bill Clinton.
Junto a Castro, en las quinielas para suceder a Joe Biden si Clinton llega a la Casa Blanca están la senadora Elizabeth Warren o Martin O’Malley, gobernador de Maryland y tercero en discordia en las encuestas demócratas por detrás de la exprimera dama y del senador por Vermont Bernie Sanders.
En la campaña de Sanders, precisamente, que se disputa la nominación demócrata con Clinton, la posible candidatura de Castro «no preocupa para nada», o por lo menos así lo afirma contundente su portavoz para medios hispanos, Erika Andiola, que considera al exalcalde de San Antonio como parte del «establishment» demócrata.
«Hay muchísimos políticos y sindicatos que trabajan desde hace tiempo en el sistema y que están apoyado a Clinton. Eso no la está ayudando necesariamente», explicó a Efe Andiola, al afirmar que la comunidad latina no votará a la exprimera dama por el simple hecho de llevar a Castro como fórmula vicepresidencial.
«También hay latinos que aspiran a la Presidencia en el Partido Republicano y eso no quiere decir que vayan a recibir el apoyo de la comunidad», agregó.
Lo cierto es que para Clinton, el apoyo de los Castro -Julián y su hermano gemelo Joaquín, congresista por Texas- es importante y así lo demostró cuando en octubre viajó a San Antonio para hacer oficial esa alianza ya aireada a los cuatro vientos, lo que los estadounidenses llaman «endorsement».
En los comicios del 8 de noviembre, cerca de 28,5 millones de latinos estarán llamados a las urnas (13 % del censo) y si Clinton opta finalmente por Castro es porque cree que el texano los puede atraer.
En Florida, Colorado y Nevada, estados que suelen oscilar entre los dos partidos, los latinos serán la clave. En Texas, cuna de Castro, el reto es más difícil, ya que el dominio republicano es total aunque los hispanos representan el 40 % de la población.
Pero para muchos analistas el binomio electoral Clinton-Castro (una mujer y un latino) parece demasiado arriesgado para lograr el apoyo del votante común estadounidense.
Pese a la insistencia de los rumores, Castro repite lo mismo cada vez que lo sondean: «Lo que yo espero es estar de vuelta en Texas de aquí un año». EFE