El santo Padre Francisco, nos ha emitido un mensaje con motivo de la Jornada Mundial de la Paz. Es bueno recordar que dicha “Jornada”, fue inaugurada por el Papa Paolo VI, el primero de enero de 1968, y que llevaba como título: “Para la Celebración del Día de la Paz”. Paolo VI, deseaba que cada primero de enero se celebrase el Día de la Paz, externó en aquella ocasión lo siguiente:”Sería nuestro deseo que después, cada año, esta celebración se repitiese como presagio y como promesa, al principio del calendario que mide y describe el camino de la vida en el tiempo, de que sea la Paz con su justo y benéfico equilibrio la que domine el desarrollo de la historia futura”. Y además recordó los puntos que deben caracterizar la paz, como son la sinceridad, la justicia, la libertad y el amor.
Su Santidad Francisco, 48 años después, ha querido continuar esta hermosa práctica de sus predecesores. Ha visualizado el sucesor de Pedro que la indiferencia ha afectado, la tan deseada paz en pueblos y familias. Aquí el papa afirma que Dios no es indiferente, a Dios le importa la humanidad, Dios no abandona a sus hijos e hijas que transitan por las calles de Dios.
El mundo, recuerda el Romano Pontífice, ha sido sacudido en el año que recién finaliza por las guerras y los atentados terroristas, con sus trágicas consecuencias, los secuestros de personas, las persecuciones por motivos étnicos o religiosos, las prevaricaciones, hasta asumir las formas de la que podría llamar una «tercera guerra mundial en fases». La indiferencia representa una amenaza para la familia humana.
El papa Francisco cita tres manifestaciones de indiferencia que adquiriendo el fenómeno de la “globalización de la indiferencia”. La primera forma de indiferencia en la sociedad humana es la indiferencia ante Dios, de la cual brota también la indiferencia ante el prójimo y ante lo creado. El hombre piensa ser el autor de sí mismo, de la propia vida y de la sociedad; se siente autosuficiente; busca no sólo reemplazar a Dios, sino prescindir completamente de él.
Por consiguiente, cree que no debe nada a nadie, excepto a sí mismo, y pretende tener sólo derechos. La destrucción del ambiente, son a menudo fruto de la indiferencia del hombre respecto a los demás, porque todo está relacionado. Como también el comportamiento del hombre con los animales influye sobre sus relaciones con los demás. La indiferencia provoca sobre todo cerrazón y distanciamiento, y termina de este modo contribuyendo a la falta de paz con Dios, con el prójimo y con la creación. Abordo el tema de la corrupción, diciendo: “Esto se vuelve todavía más irritante si los excluidos ven crecer ese cáncer social que es la corrupción profundamente arraigada en muchos países —en sus gobiernos, empresarios e instituciones—, cualquiera que sea la ideología política de los gobernantes.
El papa invita a pasar de la indiferencia a la misericordia, nos urge una conversión sincera, para crear relaciones de hermandad, solidaridad y respeto mutuo.