El gasto Corriente


Un buen punto de partida para la evaluación de la gestión del gasto público puede realizarse, de acuerdo a la aceptación general de especialistas en este tema (Atkinson y Noord, 2001), a partir de los tres objetivos o dimensiones convencionales de las finanzas públicas (Musgrave, 1959), los cuales son los siguientes:

  • Lograr la estabilidad económica y la disciplina fiscal.
  • Alcanzar una adecuada distribución social de los recursos.
  • Promover la eficiencia, mediante la corrección de fallas o limitaciones del mercado a través del gasto público. -Google-

Es el gasto de lo indispensable para que una empresa privada o una institución pública pueda trabajar y ofrecer sus productos o servicios sin producir desviaciones de costo en sus presupuestos, o déficits fiscales.

El gasto corriente, debería estar constituido por aquellas partidas del gasto público indispensables para el funcionamiento del estado, sin ostentaciones ni dispendios en cosas innecesarias, que no contribuyen a la estabilidad de la economía, y mucho menos a la disciplina fiscal.

Eso posibilitaría que el estado pueda hacer inversiones de capital en aquellas cosas que la sociedad viene demandando y que, por gastar lo que no se tiene en lo que no se debe, se siguen quedando en promesas que no apuntan a la justa distribución social de los recursos, ampliando la brecha social entre los diferentes niveles de contribuyentes.

Porque la gente reclamaría menos, si viera que los funcionarios se aprietan la correa, dejando de figurear en francachelas a costa del presupuesto de “sus instituciones”-porque, de verdad, creen que son suyas-, que no evidencia ni promueve la eficiencia de las instituciones.

Así, aquí el gasto corriente es un globo super inflado que, si no ha reventado ha sido por la friolera de préstamos que se han venido tomando para rellenar los presupuestos que se hacen a sabiendas de que van a ser deficitarios, porque no se puede detener el tren de gastos dejando de aparentar lo que nunca han sido y lo que la sociedad no necesita que sigan aparentando.

Porque la sociedad, lo que menos quiere y necesita es un gobierno de pavos reales que se paseen con una “muchachita” que pudiera ser su nieta, mientras con los ojos vidriosos y el labio caído, “iluminan” una mesa con su conspicua presencia “prendía”.

En el renglón del gasto corriente deben estar las partidas que representan los gastos inevitables de las instituciones públicas y descentralizadas para su funcionamiento y el nivel de servicio que la sociedad demanda, tales como la nómina, los materiales, viáticos justificados, movilidad -no incluye vehículos de lujo-, combustibles, etc.

Eso no debería incluir los gastos superfluos y el derroche desbordado de funcionarios eternos y apoyados por el clientelismo, también desbordado, donde hasta el papel sanitario de limpiarse la cola, tiene que salir con cargo al gasto público corriente dentro de la compra del supermercado que va y hace la señora -el home plate-, acompañada de uno de los asistentes, que ahora anda sin uniforme para que no lo “suban” a las redes sociales.

Tampoco debería incluir los gastos de personal supernumerario que, falsamente, pudiera argumentarse como parte de la distribución social de la riqueza del estado en “botellas” improductivas, cuando en realidad solo se distribuye la deuda que se debe pagar con los crecientes impuestos, mientras aumenta el gasto corriente.

Mucho menos deberían subir a las cuentas del estado los gastos de viajes de placer de los funcionarios con sus amantes -hembras o varones en diferentes bases- y, a veces, con la familia, porque esos gastos deberían salir de los ahorros de esos “servidores del estado”, que se sirven más a sí mismos, que lo que le sirven al país.

Los vinos y manjares, deberían ser parte de su gusto privado, igual que las comunicaciones y combustibles ilimitados para gastar sin control en vehículos de super lujo exonerados del pago de impuestos.

¡Porque los que cobran de los impuestos no quieren pagar sus impuestos!

Lo mismo ocurre con la bandada de asistentes para cualquier cosa, y miembros de “su seguridad” en proporción a su escandaloso miedo, que son netamente improductivos, parásitos que no producen más que vergüenza y un alto costo a los contribuyentes.

Porque en un país donde el crecimiento económico se ha venido sustentando en un endeudamiento continuo y en el falso parámetro de las exportaciones mineras, no debería existir tanto dispendio en el postureo de individuos que, para mostrar alguna personalidad tienen que cargar con un séquito de áulicos que son cargados al gasto público y, en lugar de contribuir a la estabilidad financiera del estado, lo afectan con sus costosas fantocherías.

Y, en medio de la corrupción generalizada que viene inflando el gasto público, con la fuerte contribución del desproporcionado gasto corriente, no se quieren reducir las partidas del dispendio, la corrupción y el clientelismo, buscando en organismos internacionales la justificación para continuar subiendo los impuestos, tratando de escaparse del inevitable estado de insolvencia crediticia y financiera, a la vez que quieren mantener su “capital político” sin que les importe su efecto en las finanzas públicas.

Porque el reparto, la francachela y el dispendio desaforado del dinero del erario, ha llevado las finanzas del país a tener que coger prestado para pagar los intereses y capitales vencidos de la fiesta de préstamos gestionados para cubrir los hoyos financieros y los maletines llenos de facturas que vienen resultando de las reiteradas reelecciones compradas.

Por eso, el país tiene que exigir que se racionalice el gasto público, comenzando por ajustar el gasto corriente con un fuerte vermífugo que mande los parásitos a donde comúnmente van. Y a esto se opone el gobierno y el partido que parcialmente le sustenta, porque esos parásitos son la base de sustentación de su voto duro, dependiendo la dureza de ese voto de los privilegios y dádivas a los más encumbrados y también de las migajas que dejan caer a la base partidaria.

Por eso, a pesar de toda la corrupción, el partido de gobierno sigue cosechando “victorias electorales”, y se apresta a lograr la próxima con el mismo método clientelista que tan buenos resultados les ha venido produciendo, a pesar de que grandes segmentos sociales han dejado de comprar en la “maravilla de Dindo” lo que siguen vendiendo con su palabrería confusionista y mentirosa, mientras quiebran las finanzas públicas gastando lo que el país no tiene y sacan recursos públicos del gasto corriente y alterando el gasto de capital con las sobrevaluaciones de obras para sacar más recursos para el clientelismo.