La mano que mece la cuna

Por Leonardo Sanchez

Debe decirse ahora, muy al principio, para evitar un choque de sazón entre lo que se ha venido desarrollando frente al apoyo a la corrupción e impunidad que gozan los corruptos y los corruptores y el movimiento cívico -todavía- que reclama su terminación.

Es un hecho que los procesos electorales y legales del país han sido vulnerados por/con dinero procedente de la sobrevaluación de obras de unos contratistas que ha sido protegidos más allá de cualquier duda.

Aquí se ha protegido a contratistas delincuentes, locales y extranjeros, extractores de recursos para mediar en procesos y desnaturalizarlos. Si usted difiere lo puede negar o rechazar, pero los hechos son inocultables y sus resultados también. Porque, si hoy se instrumenan acuerdos judiciales para proteger a confesos delincuentes extranjeros, es porque se sabe que aquí la justicia es acomodaticia y engaveta o emite cualquier No A Lugar sin ruborizarse una pizca.

Igual que concede tiempo para que los imputados destruyan y desaparezcan medios de prueba como se dio tiempo para desmantelar las oficinas de las Operaciones Estructuradas de Odebrecht, para luego hacer un allanamiento después que las palomas habían volado.

Lo puede discutir y negar porque aquí todo se discute y se niega, pero no se puede ocultar porque son hechos que han ocurrido a la vista de todo el mundo, como crónica de un allanamiento anunciado.

Hecho, también claro, es que ninguna ilegalidad debería sostenerse más allá de ser descubiertas sus manipulaciones para lograr determinados resultados; también, que debería haber consecuencias para los perpetradores y los cómplices por comisión u omisión.

También es irreal que, por proteger el orden constitucional, se deba tolerar a un gobierno ilegal, y además corrupto, y atenernos a las consecuencias de haberlo permitido o estarlo tolerando, sabiendo su origen espurio. Porque al recibir la financiación irregular, también han violentado el orden electoral y constitucional y se han quedado como si tal cosa y sus defensores también.

¡Y esa es la razón de las protestas!

Ahora bien, también es cierto que se percibe que hay una mano meciendo la cuna para que despertemos de la desidia y el conformismo que han permitido que los corruptos y corruptores se hayan repartido el país y sus instituciones para conseguir acumulación primaria de capitales y un marco de impunidad que les garantiza el goce de todo lo sustraído.

Es la misma mano que ha mecido cunas en muchos lugares del mundo donde ha entendido que deben realizarse ajustes sociales, como ocurre ahora mismo en Venezuela.

Pero no solo es Venezuela; han venido moviendo las cunas, los soberaos, los catres y las camas también en Haití para que los haitianos despierten en la República Dominicana, aunque se hayan dormido en su país.

Tienen más de medio siglo meciendo la cuna en Cuba. Igual que la han movido y siguen moviendo en Brasil y Bolivia. Y la quieren mover en Corea del Norte también, porque moviendo las cunas se consiguen objetivos de hegemonía global que se han buscado siempre.

Así, no se puede asegurar que la mano que mece la cuna haya estado financiando el movimiento social llamado Marcha Verde, pero de que la mano ha estado involucrada, no cabe duda alguna. Aunque no hayan hecho aportes económicos, “organismos” e “instituciones” asociados a esa mano diligente y mecedora, se pueden percibir con claridad patente detrás de ONG’s que apoyan a la Sociedad Civil que ahora repolla en verde, igual que antes ha repollado según agendas importadas como el aborto y los derechos de LGTB.

Ha sido claro ese apoyo para demostrarle al gobierno que desafiaba a sus representantes a que demostraran donde estaba la corrupción en el presente gobierno que quiso ponerlos a correr por una avenida de muchos carriles.

Y a partir de tal desafío, se han desatado todas las pruebas y demostraciones del pozo insondable de la corrupción pública, cubierta por su propio manto de impunidad, dejando bajo las alfombras la corrupción privada que se acamara y se asocia con su venia, y que también es impune a una escala mayor porque ni siquiera se cuestiona y se promueve en los medios en la misma publicidad engañosa de sus productos.

Y la agenda que desfilaba frente a la OISOE, y reclamaba que se investigaran hechos con la reconstrucción del hospital Darío Contreras, estallaría de improviso en una explosión verde que ahora parece incontenible, pero que viene de Sun Land, Bellas Artes y el parqueo de la UASD.

Y no es que sea inoportuna o ilegal, pero de que tiene apoyos organizativos foráneos es indudable. Y de la misma manera que el gobierno y sus defensores entienden que haber recibido la “ayuda” de Odebrecht no ilegal, o que por no estar prohibido no debe haber consecuencias, así mismo el movimiento verde puede haber recibido apoyo económico sin tener que ser satanizado por ello.

Ambos entienden que, si no está prohibido, no es ilegal.

Pero una mano que mece una cuna, puede también volcarla y hacerle daño al bebé; porque la situación no depende de la tranquilidad del infante, sino de los intereses de la mano.

Lo ideal para la sociedad en general que compone a la nación, es que no haya influencia ni de Odebrecht, financiando elecciones para que los candidatos triunfadores con su apoyo le asignen obras para sobrevaluar y sacar los capitales a repartir, ni que tampoco haya manos moviendo cunas para protestar contra la corrupción con financiación económica o simple asesoría en como armar la dinámica de la protesta.

Pero ninguna de las dos situaciones se puede negar con la categoricidad que se vienen negando porque negar tan ardientemente lo obvio, es la mayor confirmación de que “hay moros en la costa”, que han cruzado el Mar de Alborán y vienen como Ritchie Ray, trayendo de todo.

Así, al pueblo dominicano solo le cabría decirle como decía Bobby Cruz:

“Tengo una voz que me dice, ¡Agúzate, que te están velando!”

“Tengo una voz que me dice, ¡Agáchate, que te están tirando!

“Y yo pasaría de tonto su no supiera que uno tiene que estar mosca por donde quiera” …

Y sin embrago, la cuna se mueve, aunque se niegue la mano que la está meciendo.