Un país de mentira

Por Leonardo Sánchez

“Este es un país que no merece el nombre de país. // Sino de tumba, féretro, hueco o sepultura.
Es cierto que lo beso y que me besa // y que su beso no sabe más que a sangre.
Que día vendrá, oculto en la esperanza, // con su canasta llena de iras implacables
y rostros contraídos y puños y puñales. // Pero tened cuidado. No es justo que el castigo
caiga sobre todos. Busquemos los culpables. // Y entonces caiga el peso infinito de los pueblos
sobre los hombros de los culpables.”
-Hay un país en el mundo, Pedro Mir Valentín-

Hemos sido colombianizados, aunque no tenemos guerrillas (todavía), y no producimos cocaína ni heroína, pero las drogas han corrido y corren por nuestras venas y son motivo de muertes y fortunas inexplicables, como en Colombia.

Hemos sido mexicanizados, aunque no producimos tequila, porque la muerte se ha hecho cotidiana y ha perdido el asombro cristiano, con gente común masacrada en cualquier lugar y por cualquier razón asociada al desorden social establecido oficiosamente con intercambios de disparos y robos agravados con sangre por un simple teléfono.

Hemos sido centro americanizados con las maras “dominican style” por el marginamiento social dirigido y sostenido por la ausencia de oportunidades de estudio, empleo o prácticas deportivas organizadas y por la ostentación de los desfalcadores. Mientras, las prisiones están llenas de esa juventud sin esperanza que quisiera vestir al último guay, tener el mejor vehículo, el último smart phone, y frecuentar los restaurantes más fancy. -Todavía su gusto proletario no se ha sofisticado con los vinos exóticos y la langosta les resulta muy amarga-

Estamos brasileñalizados, aunque no producimos caipiriña y gustamos más de la bachata que de la samba, porque la corrupción pública y privada se ha robado la seña de nuestro pecado original por encima de nuestra propia corrupción endémica, que ya era suficiente para no tener que importar un socio multiplicador extranjero.

Y ahora corremos el riesgo de venezolanizarnos, porque, aunque no inventamos la cachapa, tenemos todos los números para sacarnos el clima de violencia que ha destrozado aquel hermoso país.

Porque:

Tenemos la dictadura que ha destrozado el estado de derecho con una justicia secuestrada que funciona solo para los comprometidos con la línea partidaria que la origina, designa y controla.

Tenemos al partido único que, por medio de su CP que, sin ser electo, se superpone a las decisiones de las entidades oficiales electas como oráculo, ley, batuta y constitución hecha a la medida. Y tiene todos los poderes del estado bajo su control y sus instituciones exprimidas hasta el último centavo.

Tenemos un congreso de él y una justicia de ellos, donde uno es sello de su dueño y la otra es una compraventa de sentencias cotizadas según sea política o penal, aunque ambos horizontes fluyen hacia la impunidad, capaces de emitir recibos de los sobornos.

Somos los reyes de la impunidad, donde, con todas las evidencias y pruebas, no hay nadie imputado por la triple corrupción brasileña. Con Super Tucanos sin Embraer; sobornos y sobrevaluaciones sin Odebrecht, y financiamientos electorales renegados, porque las empresas cariocas son lirios blancos e inmaculados que han realizado todas sus diabluras en todas partes donde han ido, menos aquí donde hasta oficina en palacio tenían.

Nadie nos gana en la competencia de escándalos en los predios de instituciones estatales y nadie es cancelado, destituido o renuncia. Cada escándalo es sucedáneo de otros más escandalosos que los quitan de la atención pública y nadie hace nada. Porque nadie se atreve a saltarse la cuota de las alianzas y compromisos amarrados como chivas de colores, pero amarradas con los hilos del presupuesto nacional.

Cada agricultor en su parcela, ¡siembra y cosecha a su discreción los frutos de su albedrío!

Chivas saltarinas amarradas, como las preciosas de dios embotelladas en manada. Tres Brazos para abrazarse diplomáticamente en la riqueza corrompida. Ases triples por un tubo, canalizados en el exterior y enroscados localmente. Altoparlantes sonoros en juntas bancarias que van a sentarse al banco como a un taburete de burdel ante el mostrador a media luz con una larga cuenta de consumo que pagarán otros.

Tenemos la inseguridad pública que mantiene presa en sus hogares a toda la sociedad que no ande con escoltas tan largas como su propio miedo. Además de la “ola de atracos” motivados en la lucha interna que busca estropear gestiones para mantener al partido “unido” en su desunión certificada.

El partido disciplinado que no es capaz de discutir sus diferencias en público sin que corran las diatribas, el abrazo envenenado, el dinero fácil y la sangre oculta. “La última esperanza” del “sistema de partidos” que, dividido hasta sus simientos, no permite un relevo “democrático” de sus estructuras y sus representantes.

Mientras, se discute por el 2020, y la sociedad sigue pagando con sangre, dinero y temores infinitos la lucha que no existe en los medios controlados por el poder que oculta la violencia.

Tenemos el paraíso de la propaganda que retuerce un tsunami de mentiras para hacerlas parecer verdad, como una cocina de noticias gourmet según sea el caso de negar, subir popularidades o rechazar hechos corruptos. Se controlan medios y medieros, produciendo noticias importadas según ciertas conveniencias de delincuentes perjuros.

Tenemos desempleo y bajos salarios como ningún otro país; mientras los capitalistas se disputan el mercado de consumidores que consumen menos por falta de recursos porque cobran miserias para generar plusvalías cada vez mayores. Y les disputan un pírrico % de aumento después de décadas perdiendo poder de compra.

Tenemos la ostentación de los que se han beneficiado del reparto de los fondos públicos que salen a las calles a mostrar su progreso y crecimiento económico personal y grupal, mientras atropellan y avasallan y se burlan de los ciudadanos comunes que pagan su orgía económica.

Tenemos entre dos y medio a tres millones de indocumentados ilegales circulando por el país y nadie se quiere atrever a cerrar la frontera y deportar a los deportables como se hace en todo el mundo, pero aquí por mantener unas visas nadie le pone la cadena al perro.

Tenemos James Bondnes públicos que tienen el descaro de publicar que son espías tan malos que reconocen espiar hechos públicos que todos conocen. Y no pasa nada, aunque confiesen que escuchan y observan comunicaciones privadas en redes sociales porque dicen creer que son públicas.

Tenemos presupuestos deficitarios, cubiertos con préstamos que han llevado la deuda de los nietos y tataranietos por encima del 50 % de PIB. Y nadie se atreve a tirar las piedras que hay que tirar sabiendo que se siguen cogiendo más préstamos para no mermar ni detener el reparto y el boato.

Tenemos el reparto inmobiliario de los bienes de un estado “indolente y servil” que compra caro y vende barato; vende varias veces un mismo activo, causa derramamientos de sangre y como si no pasara nada. Nadie hay cuestionado ni preso, cobrando en sus puestos como si nada porque los amarres de su chiva son a prueba de ética y legalidad.

Tenemos todo lo anterior, y más, de lo que nada sabemos que tenemos porque lo mantienen tapado, pero sí tenemos suficientes razones para hacer lo que haya que hacer para no seguir siendo este país de mentiras donde todo está corrompido, y no pasa nada.