Amenazas

Por Leonardo Sánchez

Ante hechos probados, y ya públicamente confesados y condenados en otros países, aquí en lugar de bajar la cabeza, admitir que “alguien” se ha equivocado, y “la macó”, “traicionando” la confianza del líder, en lugar de eso se profieren amenazas desde todos los estamentos con credenciales partidarias y gubernativas como para dictar sentencias admonitorias. Sabiendo que la sociedad reclama que la justicia funcione y que queden libres de culpas aquellos que no las tienen, para que caigan solo los que tienen que caer que ya se sabe rondan los 30.

¿Pero, que ven los reyes cuando están en el poder?

¡Amenazas!

No siendo capaces de ver más allá de sus narices, cualquier gesto lo toman con ofensivo.

Y todo disenso se percibe como amenaza. Se puede estar consciente de que quienes disienten sobre cualquier iniciativa o situación tienen la razón. Pero el orgullo y la megalomanía impiden admitir cualquier simple equivocación. Y alguna no tan simple, pero la estabilidad social bien merecería dejar pasar alguna cagada que otra.

No se conciben correcciones a las desviaciones, ignorando que errar es de humanos y que un gobernante que corrige su curso y se vuelca hacia donde su sociedad está mirando, puede ser doblemente admirado. Admirado por admitir el error, y admirado por corregirlo. Y perdonado.

Pero aquí y ahora, ante todas las evidencias que indican lo que indican sobre las sobrevaluaciones de obras con Odebrecht y su ligazón con los resultados electorales, no hay admisión de errores, ni corderos de sacrificio. Imponiendo su impunidad porque no les importa el perdón implícito que se les otorga con la falta de sedición, motines y tumultos callejeros ganados a pulso por su actitud encubridora.

En su lugar explota una obstinada negación que acorrala y señala más a los mentirosos, dejándoles solo la opción de la confrontación ante la alternativa que ahora o después será probada en alguna justicia.

Local o extranjera, pero justicia; porque ya “suenan las campanas”, desde las riberas el rio Potomac, que pudieran significar el fin de las mentiras. Algunas, porque allá en Washington siempre han tenido su lista de culpables favoritos dentro de los señalados como corruptos cuando se negaba enfáticamente la corrupción que ahora es vox Populi, aunque no sea todavía vox Dei.

Porque desde allá tienen el poder de que sea, sino vox Dei, la voz de Él. Y Él dijo en su campaña que iba a trancar a los corruptos adentro y afuera.

Y, aunque siempre hemos rechazado las injerencias, si la justicia tiene que venir desde afuera que venga para que no se siga defendiendo a los corruptos.

¡Porque no estamos en los tiempos de “Horacio o que entre el mar”!

Y aunque la defensa a ultranza de la corrupción que produce la impunidad no es una simple equivocación, la sociedad que no quiere confrontaciones inútiles, en aras de la estabilidad estaría de acuerdo con el sacrificio de algunos testaferros sin pasar factura al cabecilla.

Porque entendiendo que la mejor defensa es el ataque, como se consigna en las teorías del ajedrez, prefieren atacar porque en el campo de batalla no hay humildades posibles. Y siempre sienten que están en batalla, aunque sea contra su propio pueblo cuando éste, habiendo descubierto los hechos a corregir, los señala con vehemencia y reclama justicia.

Una vehemencia que asusta a los dragones de larga cola que pisar y fuego en sus fauces pretendiendo quemar el derecho de gentes. Un derecho “ultro citroque obligatio” (que obliga a ambas partes), a partir del cual nace el “jus gentium”. Ese derecho que puede venir desde afuera, y viene de afuera, mientras se controla el derecho interno que claramente es parte y soporte de la corrupción.

Quieren ignorar que pudieran tener que enfrentar a un Praetor Peregrinus. El mismo que ha llamado al Praetor Urbanus para confrontar las listas de nombres de los ciudadanos sobornados llegadas desde Brasil.

Porque las relaciones comerciales han dado origen al derecho contractual. Y cuando hay contratos firmados, se obliga al cumplimiento de las leyes de un lado y del otro lado de la ecuación comercial.

Y las empresas sobornadoras brasileras, como cotizantes en la bolsa de valores USA, tienen la obligación de comparecer ante la justicia de sus socios comerciales. Y, por la ley asociativa de las cosas, si dos son socios, y uno de los dos tiene otro socio, ese también es socio del primero.

Por eso los de Lava Jato tuvieron que pagar compensaciones del otro lado del charco. Y desde aquí, que perjudicamos las relaciones comerciales con el fraude de los Tucanos y no hemos compensado todavía nada por ello, y también con Odebrecht, que tampoco hemos compensado por estar ocupados en negar el lodo que ahora ensucia muchas caras, tenemos que asistir a dar cuenta y posiblemente a hablar de futuras compensaciones por perjuicio de negocios.

Compensaciones que pueden ser en especie con tres o cuatro acusados listos para condena para salvar al rey, aunque se sepa que son veintiseis.

Aunque sea cárcel para los corruptos impunes que ahora amenazan a los que exigen en fin de la corrupción y la impunidad y usan las drogas como acusación de “y tú más”. Y se olvidan que existen tratados de extradición, fresquecitos.

Y allá en Leavenworth no podrán amenazar, y solo cuidarse de apretar fuertemente el jabón.