Corre Sancho, ¡Corre!

Por Leonardo Sanchez

En un lugar, como una mancha, “colocado en el mismo trayecto del sol”, “Hay un País en el Mundo” que ya no es agreste ni despoblado, pero sí acosado por los molinos de viento de la corrupción, “pateada como una adolescente en las caderas”, y con caballeros de adarga y escudero, jinetes de jamelgos deshuesados y doncellas asomadas a los balcones, esperando las urgentes noticias de las andanzas de su amado de triste figura que se bate con gigantes criollos y extranjerosdescubiertos haciendo presupuestos deficitarios para incluir préstamos que se roban entre ambos, repartiendo el botín en sobornos confesados.

Corre Sancho, corre, que no solo nos ladran, nos han mordido y nos están comiendo vivos.

Arre Rocinante, ¡arre!  que son nuestros jamones los que sangran; es nuestra piel hecha jirones que va manando la sangre que pavimenta los recodos del camino manchando las piedras y agrumándose en el polvo. Son nuestras panzas vacías las que gritan por los alimentos que nos han arrancado a dentelladas cuando se roban los presupuestos.

Son como lobos sedientos y hambrientos. Nuestra sangre es su vino más caro y nuestros jamones su alimento favorito.

Corre Sancho, ¡corre que vienen por más! Además de nuestros jamones, también quieren nuestros huesos, porque tienen en ellos sus dientes clavados hasta el tuétano.

¡Hasta tus pezuñas Rocinante! También se las han de comer, si nos dejamos. Corre mi fiel rocín, corre por todas las vidas que dependen de nosotros y que hoy no tienen voz, porque también se las han anulado, porque la parroquia se derrumba y amenaza la vida de mi amada Dulcinea, y el Toboso es un erial robado a placer y sin piedad.

No hay luz en el Toboso, porque están pagando porviejos faroles apagados y las velitas haineras son batidas por el viento subsidiado, que viene corrompiendo los cimientos de las chozas; y el agua escasea, porque también se están robando los ríos. Iban veloces los hacendados y los extranjeros con los ríos bajo el brazo a depositarlos en los bancos. Y muchos entes locales iban también con ellos ayudando a cargar la impunidad, que también se llevaban junto con los árboles cortados. Porque, ambicionan tanto, que quieren también que se les pague por haber dejado el monte pelado y calvas las montañas.

Y para colmo, quieren construir un farol tan grande que han dicho que les cuesta el doble de un farol igual, que los chinos estaban dispuestos a edificar con la mitad del dinero. Porque estos faroleros tienen la extraña costumbre de doblar los presupuestos de sus obras, dejar caer unas migajas por medio de lobistas especializados y sustraen la diferencia que expatriarán como ganancias ocultas.

Además de financiar campañas, y a él “su congreso”.

Y milagrosamente, sin nunca haber construido un farol, ganaron el concurso de construir faroles.

Igual que con los bancos Sancho, los que tenían todas las posibilidades, y que se los robaron, nos dejaron sin dinero y además los tuvimos que pagar por ellos. Ahora, se están robando el dinero de los bancos extranjeros para que paguen nuestros hijos y nuestros nietos el otro dinero que se están cogiendo junto con aquellos que engatusaron a los bancos de sus países con préstamos para su corrupción constructiva de faroles sobrevaluados.

Y tienen socios extranjeros Sancho, que les abren las puertas de sus bancos para que siga la fiesta del dinero y los presupuestos abultados, para que los socios locales no paren de bailar su música exótica, como unos monos que bailan por la plata del poder en todos los salones oficiales.

Y nos están comiendo Sancho. Y han dejado de comer solos para buscarse comensales extranjeros e invitarlos a su mesa con nosotros de menú bien adobado.

Y no les importa a ambos, que los descubran con nuestros restos en la boca. Y solo cuando los boreales inquisidores husmean otros banquetes sangrientos, entonces salen a relucir las dentelladas que nos han dado y los afilados dientes que todavía desgarran nuestra piel.

Y negocian, ¡confiesan y pagan solícitos los condenados!

Los lobos invitados de los perros hambrientos locales, confiesan que han vivido truqueando los bosques y mordiendo los jamones de los pendejos que los dejan sin protestar. ¡Y hasta les ponen gobiernos a los pendejos!

Pero aquí, tampoco les importa mucho lo que digan y opinen en su comarca criolla. Tienen todo montado para tener siempre la razón, aunque sea evidente que no la tienen. Pero lo explican y ya. Y sus ecos reverberantes se encargan de repetir sus mentiras hasta el cansancio, hasta que lleguen a ser percibidas como verdades.

Porque así es la percepción.

Y saben que cuentan con un coro de migajeros. Aquellas sabandijas que se relamen y satisfacen con las gotas de sangre y las minucias que caen de nuestras heridas. Esos a quienes no les importa y aplauden cuando los extranjeros se llevan nuestros jamones y la piel para vestirse.

Y se creen importantes porque tiene sus migajas en los mismos bancos donde tienen sus fortunas jamoneras los perros hambrientos que les permiten lamer.

Se satisfacen con las migajas y el circo. Porque, como siempre se han arrastrado, no les importa que los pisoteen y los embarren de mierda. La misma mierda que se han comido siempre, acompañando sus mendrugos migajeros.

Migajeros, migajeros, migajeros!

¿Y sabes qué me entristece Sancho, y me duele más aún que sus mordidas?, es saber que los hambrientos perros locales también les temen a los lobos amazónicos. Porque no se han atrevido a denunciar que nos están comiendo los jamones y, que a ellos mismos solo les han dejado como 92 pequeñas tajadas, mientras en otros pagos lejanos los denuncian, los intiman y consiguen acuerdos y devoluciones de sus jamones arrebatados.

¡Y la lista de los sobornados!

Es que en otras latitudes no ha mirado para otro lado. Y le han acerrado los dientes a los lobos y, en nuestro Toboso del alma, jugamos a las componendas; a las juntas y convites de amigos implicados para buscar en lo claro lo perdido en las tinieblas.

No denunciamos, no intimamos y, si buscamos acuerdos, es para ocultar las mordidas y ocultar la sangre y los jirones de piel. Y ni siquiera piensan en que se pueden limar los dientes a los lobos amazónicos.

¿Temen que aúllen los lobos? Porque de aullar saben bastante. Han aullado hasta la ronquera en el idioma de Shakespeare. Y de aquellos aullidos han caído estos lodossalpicadores, negociados también en la lengua de Tiradentes.

Y en el Toboso no queremos escuchar aquellos aullidos que le erizan la piel a los sobornados.

Nuestros perros rabiosos temen procurar la información de aquellos que abrieron las puertas a los lobos con los denarios de judas escondidos en las faldriqueras sobornadas.

Algo ocultan, o temen, que no demandan a los lobos y a su exótica manada en su guarida bahiana. Porque han negociado nuestra sangre y nuestra piel, y no son capaces de reclamar una devolución de lo esquilmado de más y la denuncia de los judas sobornados.

Para que devuelvan nuestra sangre y nuestros jamones Sancho. Y que la piel robada sea devuelta a nuestros huesos desnudos. Es de simple derecho.

Porque si no se hace Sancho, nos terminarán de comer sin compasión ninguna porque no tienen hiel; “no tienen paz entre las pestanas, no tienen órbita entre las piernas”, ¡porque los perros hambrientos no tienen hiel, no tiene hiel!

Corre Sancho, corre, que no solo nos ladran, ¡nos están comiendo vivos!