De abortos, abortistas y anti abortos en pugna

Como una cortina de humo, ha surgido la discusión sobre el aborto, tratando de quitar protagonismo a los descuidos con la represa, los sobornos pagados en el país por Embraer -Tucanos- y Odebrecht -Punta Catalina- y la desesperada lucha interna del partido de gobierno, tratando de que la sangre no llegue al rio.

Hay razones en todos los protagonistas de tal discusión. Lo que la discusión no contempla, es el derecho natural de cada individuo a decidir sobre su propia existencia como hacen todos los demás seres vivos en la naturaleza, que no están normados por convenciones sociales, y otros que quieren ser los que lleven el control en su lugar, decidiendo, inclusive, sobre su vida.

Unos, entienden que una mujer debe tener el derecho a decidir sobre su cuerpo y el producto de acciones que ella no comparte ni compartió al momento de concebir y quedar en gestación, o ha llegado a un punto donde su vida corre peligro por causas que ni la medicina ni las oraciones pueden resolver.

Porque, no decidir sobre el producto de una violación, es perpetuar ese hecho para toda la vida de la afectada por un crimen de violencia.

Es mantener, permanentemente, la violación o el incesto -que es otra violación- en la vida de esa mujer para que permanezca señalada mientras viva, o estampada como hacían con las ladronas en la Francia que fue recompuesta por la guillotina.

Y, si se trata de una decisión de vida o muerte, no debe ser filosófica, religiosa o moral, la acción que defina y afecte a la madre en ciernes.

Y sí es cierto que, en los animales, que comparten “su reino” con los humanos, no hay abortos provocados, es el raciocinio lo que precisamente nos hace humanos, porque hay muchas hembras animales que mueren en medio de un parto accidentado por razones enteramente naturales, animales.

Lo que tampoco puede ser social, legal y humanamente aceptable, es mantener la zafra de acciones abortivas que se quiere establecer con una legalización abierta del aborto, sin excepciones ¡que las debe haber!

Porque detrás de esas acciones, existe una maquinaria que produce enormes beneficios para aquellos que la ceban y conducen, moliendo las vidas afectadas por el desorden.

Los abortos motivados en la promiscuidad, las infidelidades y el descuido de parejas que mantienen relaciones sin pensar en las consecuencias de sus desahogos sexuales.

Como está ocurriendo en estos tiempos de desorden social y moral, donde todo parece justificarse en que to’ e’ to’ y na’ e’ na’.

Así está viviendo la sociedad actual.

Porque mientras todo se compre o se venda, va bien para los que llevan el control del desorden dejado “a la che” por conveniencia puramente económica.

Así tampoco puede ser, porque hasta las perras cuando salen preñadas saben cuál fue el perro que se lo hizo, porque de todos los que la perseguían, ella eligió aquel que la iba a penetrar y aportar la simiente de su descendencia.

Es la selección natural. ¡Y la perra es la que decide!

Igual, la mujer decide cuál es el hombre que elige para los mismos fines. Y si un macho, no seleccionado por ese capricho de la naturaleza que le llaman gusto, rompe el orden natural y viola a la hembra, ella, ¡que no es una perra!, debe usar su raciocinio para decidir qué hacer con ese hecho contra natura.

Suave y simple, como dice un buen amigo serie 23.

También, están los que se oponen a la interrupción del embarazo de manera draconiana; sin importar la interrupción de la selección natural que haya forzado a la hembra a concebir sin su consentimiento.

Como el perro callejero que fecunda a la perra sin que las feromonas de ella le dieran el visto bueno para el acto.

O el padre, hermano, tío, abuelo que rompe el orden natural de su propia sangre, forzando una relación incestuosa. ¿Se debe condenar a la mujer a vivir crucificada en esa cruz de vergüenza familiar?

Y, si por cualquiera de las formas posibles de embarazarse de una hembra, durante el desarrollo de su concepción, se evidencia que, si su estado de gravidez continúa, puede producirse su muerte ¿Quién, que no sea ella misma, tiene derecho a decidir?

¿El legislador de vida dudosa y corrupta? Ese que se roba los recursos que pudieran evitar la condición que provoca el riesgo de muerte a una mujer por comisión u omisión.

¿El funcionario que prevarica? -Hay funcionarios honestos-

¿El cura que vive a Dios rogando y con el pene dando a niñas y niños una muestra de su profunda misericordia? -Hay curas libres de sospecha-

¿O el pastor que dice bendecirlos con su semen, mientras engorda con el diezmo de sus mayores? -Hay pastores auténticos-

Porque “hay de todo en la viña del Señor”.

A lo que no hay derecho, es a mantener a todo un país en vilo con una discusión bizantina solo por razones políticas de los que “tienen la sartén por el mango, pero “no lavan ni prestan la batea”.

Aquellos que quieren que toque Víctor, pero también que toque Memelo.

Porque el presidente que veta dos veces el mismo Código Penal, es aquel que tiene “su congreso”, al que puede ordenarle hacer la ley como debe ser hecha sin necesidad del “juego del gato y el ratón”, porque parece que “quiere quedar bien con Dios y con el Diablo”.

El Dios que la curia está poniendo como bandera para impedir que cualquier mujer tenga igual derecho que una perra.

El Diablo, que ha estado uniendo a los curas, pastores y honorables legisladores contra los derechos de las mujeres en los casos de embarazos no deseados o que presentan complicaciones para su vida y su salud.

¿O es que el Código Penal es aprobado por el Diablo y vetado por Dios?

De ser así, Dios, que tiene poder sobre el Diablo y sobre sí mismo, tiene que ponerse claro y dejar de seguir jugando con la sociedad y sus derechos inalienables, que vienen siendo burlados por ese “tira y afloja” diabólico y divino.

Porque de la misma manera que no le conviene a la sociedad, tampoco le conviene al Diablo y, mucho menos, a Dios.

Si es que Dios quiere seguir en el cielo y que el Diablo no ocupe su lugar entre los querubines de la corrupción.

Y eso, hasta “Mr. Brooks” lo entiende.

Es parte también de la selección natural. La que tienen las perras ¡y se les está negando a las mujeres!