El informe de Aymeric Chauprade

Manuel-Núñez

Las relaciones de Aymeric Chauprade con la República Dominicana datan del 2008, momento en que hizo las veces de asesor especial del Presidente Leonel  Fernández para elaborar un estudio sobre la inmigración haitiana en el país. Dio conferencias; impartió docencia en el Ministerio de las Fuerzas Armada; recorrió el territorio nacional  de cabo a rabo, y elaboró un informe, que,  por desgracia quedaría definitivamente en penumbras, en vista de las  complejas circunstancias  que se produjeron,  tras haberlo concluido  en la Navidad del 2009.

Concurrió  entonces una maraña de dificultades. Al momento de entregar el informe  a comienzos del 2010 se produjo la catástrofe bíblica del terremoto de Haití. El Gobierno se olvidó de la frontera y,  en gran proporción,  de la soberanía.  Hice,  entonces, una traducción con el objeto  de darlo a conocer.

Inmediatamente  aparecieron sus influyentes detractores y adversarios que hicieron naufragar el propósito de su publicación.  En los años siguientes, Chauprade continuó viniendo al país; permanecían vivas las promesas de darle continuidad a los trabajos, incluso tras el cambio de mandos del 2012. Finalmente  toda las esperanzas se desvanecieron con  la aventura rocambolesca en la que se involucró  el propio Chauprade, convertido en cerebro de la fuga  de dos pilotos, ex militares franceses, que habían sido capturados en el aeropuerto de Punta Cana, cuando salían en un vuelo privado con veintiséis maletas cargadas de cocaína con destino a Saint Tropez ( Francia), y habían sido condenados por la justicia dominicana. Si los pilotos resultaban absueltos, Chauprade  quedaría como un héroe, en cambio,  si por el contrario, los jueces que tenían el sumario abierto en el Tribunal de Marsella, hallaban indicios de culpabilidad, y apresaban nuevamente a los pilotos con medidas de coerción, y tal es lo que ha sucedido, su carrera política de eurodiputado entraría en capilla ardiente.

Constituye, sin embargo,   para los dominicanos un inmenso privilegio el haber contado con una reflexión llevada a cabo por una de las lumbreras de la geopolítica de Francia.  Pertenece Chauprade  a un selecto grupo de pensadores que ha esclarecido el papel que desempeña la geopolítica, como conciencia geográfica de los Estados, en las relaciones internacionales. En este informe que no tiene precedentes el autor desmenuza, partiendo de la historia, la geografía, la demografía, los recursos, la cultura y las ciencias sociales, cuál ha de ser el destino de nuestro Estado nación y cómo ha de enfrentar los desafíos enormes que suponen la existencia de dos Estados y de  dos naciones, en un mismo espacio insular.

En la historia y en la geografía se asientan los elementos fundamentales de nuestra nación: el territorio, el pueblo y el Estado. Entender la importancia de estas pilastras esenciales  de la cohesión nacional es obra de políticos visionarios.  La nación es el ámbito de realización  del derecho, la soberanía y el compromiso colectivo. Nadie vive en la sociedad  universal. Nuestros derechos a elegir y a ser elegidos, nuestros esfuerzos colectivos, nuestra vida como pueblo, nuestra lengua, nuestros valores, nuestra cultura, el proyecto común que somos los dominicanos, solo se puede mantener vivo dentro de los linderos de una nación . Condición sine qua non para preservar nuestro Estado de la desintegración y  para mantener inalterables nuestra capacidad de autodeterminación como pueblo y como territorio.

Conservar la capacidad para predecir, tener control de nuestro destino y entregarles a las  generaciones venideras un legado de nación que lleva más de un siglo de vida independiente, es la mayor ambición que puede exhibirse dentro de la vida pública.

Tres fueron las perspectivas adoptadas por  el autor del informe.

  • En primer lugar, hay un enfoque historiográfico que nos muestra,  entre otros hallazgos, que ha quedado anclada en la mentalidad haitiana la idea obsesiva, fija,  de que toda la isla perteneció  completamente a  Haití. Es decir, que la independencia dominicana era una anomalía histórica.  Como reacción de supervivencia, los dominicanos combatieron primero para lograr su reconocimiento como Estado independiente de Haití, mediante la guerra de independencia  y mediante unas  batallas diplomáticas sin tregua.  Tuvieron luego que esforzarse por deslindar una frontera que estableciera las competencias territoriales de cada uno de los Estados. Y, finalmente,  se propusieron  organizar la vecindad que fuese salvaguarda de nuestro derecho a la supervivencia cultural. En resumidas cuentas, que ha pervivido un ideal fusionista en la mentalidad haitiana, y un ideario independentista, entre los dominicanos.

Estas dos ambiciones han definido los conflictos y las rivalidades históricas de ambos Estados. La historia está viva. Ese pasado reaparece como un fantasma. Notables intelectuales haitianos han imaginado que la única opción que tiene la nación haitiana es lograr una federación con la República Dominicana. O, dicho sin tapujos: volver al 1822.  Ese enfoque anula la independencia nacional de los dominicanos y los resultados históricos de nuestra autodeterminación como pueblo y como Estado.  Aun cuando a los dominicanos nos parezca fantasioso, ese punto de vista ha sido asumido por el ex Presidente Bill Clinton, comisario de la reconstrucción de Haití, por muchos de los representantes de la ONU, por el ex Presidente Carter y por la fundación Carter, por la Fundación Kennedy  y por las mayoría de las ONG que,  en Haití y en la República Dominicana,  buscan una redención definitiva para esta infortunada nación a expensas de nuestra supervivencia. Nunca está de más recordar que esa perspectiva no forma parte del proyecto colectivo de los dominicanos.

  • En segundo lugar, el autor resalta las desigualdades en el desarrollo de ambas naciones. Haití tiene un  PNB (producto nacional  bruto)  seis veces menor que el dominicano. Tiene el más alto desempleo de todo el continente americano; un 70%. Su territorio se halla terriblemente erosionado por la deforestación; sus condiciones de pobreza extrema  reducen cada día más la capa vegetal explotable, al agotarse el ciclo, los haitianos reproducen su modo de vida en la República Dominicana. El país carece de industrias, de  infraestructuras sanitarias; es    presa de hambrunas calamitosas; tiene el liderazgo  de todas las  enfermedades, el SIDA, la malaria, la filariosis, hepatitis, dengue,  Y a ese oropel de desgracias, hay que añadir que carece de un polo de autoridad. De no haber obrado, desde hace más de  catorce años la misión de la MINUSTAH, el país habría naufragado en el caos o en la guerra civil. Son estas circunstancias, las que derraman sin consideraciones de ningún tipo una enorme inmigración ilegal hacia  la República Dominicana.

A ese cuadro ya dantesco se han añadido las devastadoras consecuencias del terremoto del 12 de enero del 2010 que hizo añicos las ciudades de Puerto Príncipe y de Leogane, que dejó un millón de personas sin hogar y sin recursos de ningún tipo, y la presencia de una epidemia de cólera que ha dejado una montaña de cadáveres. La primera conclusión que arroja ese diagnóstico es que  Haití no podrá resolver sus problemas fundamentales.

La segunda conclusión es que tampoco las soluciones que han sido ensayadas  han rendido  resultados positivos. Durante cincuenta años, Haití ha sido el laboratorio de todos los errores de la ayuda internacional, y nos encontramos con un Estado fallido, fantasma, inexistente. Y para afrontar estos grandes desafíos, los que estarían llamados a sacar a su país del atolladero, los haitianos de mayor calificación académica emigran masivamente del país. Haití pierde el 85% de sus profesionales universitarios que se instalan en los países desarrollados. Y esto prolonga la agonía de ese país.

Y cabe entonces una tercera conclusión: los problemas haitianos  constituyen una amenaza gigantesca para el porvenir de la República Dominicana. Podrían llevarnos a una balcanización que echaría por tierra nuestra cohesión nacional, nuestro proyecto de vida en común; anular los progresos alcanzados en educación, en salud y en bienestar social. A esas terribles situaciones podrían llevarnos la política de los hechos consumados.

Ni las colosales ayudas internacionales, ni las intervenciones de la ONU ni el ejército de ONG han podido frenar la muerte del Estado haitiano, sustentado por la  misión militar y civil de la MINUSTAH, por los países donantes de fondos y por la solidaridad internacional. Sobre estos frágiles cimientos se sostiene la dualidad social y económica,  el equilibrio demográfico de  los dos Estados que comparten la isla de Santo Domingo.  Al llegar a los claros del bosque, comprendemos cabalmente los riesgos que corre la República Dominicana como país. Aymeric Chauprade lo ha dicho sin ambages, sin enmascarar la proyección de estos acontecimientos:

Si no se hace nada, la identidad de la República Dominicana será destruida en los próximos diez años. Es ahora que hay que actuar reorganizando totalmente la política de inmigración del país

Nuestro país fue  entonces sede de algunas conferencias internacionales  y llegó a considerarse como un actor indispensable en todos los proyectos conjuntos, buscando una solución internacional, apegado a la doctrina de los derechos humanos, sujeto al derecho internacional y, desde luego, velando porque ninguna de las soluciones imaginadas suprimiese  la soberanía del Estado dominicano.

El autor del informe  lo ha dicho con mucha clarividencia:

Las soluciones tecnocráticas no bastan, si no van precedidas de un profundo cambio de mentalidad.

Metidos en las nieblas, los dominicanos, no perciben, al parecer, que la República Dominicana es un equilibrio de las culturas, de las economías, de las poblaciones. No tienen conciencia del movimiento histórico. No saben de dónde vienen ni adónde van.

  • En último lugar, quedan las medidas recomendadas para restablecer el papel fundamental de la frontera y para controlar a los inmigrantes indocumentados procedentes de Haití. La frontera es el  respeto y el reconocimiento del otro. Muchos de los críticos de la República Dominicana nos dan la sensación de que los inmigrantes ilegales tienen todos los derechos y que el Estado dominicano se halla fuera de la ley. Pero un país cuyas fronteras no son respetadas carece de seguridad. Sus ciudadanos tendrán la sensación de que no tienen patria, de que nadie respeta su diversidad, su cultura, su pasado, su lengua, su modo de vida. Allí donde no hay frontera el derecho se vuelve nebuloso; reaparece el fantasma de la confrontación. La frontera es la condición de la paz; el lugar que salvaguarda nuestro proyecto de vida en común, nuestra cohesión nacional.

Para preservar nuestros intereses, Chauprade propone: 1)hacer un censo de haitianos, empleando la tecnología biométrica; 2) aplicar controles para impedir el acceso fraudulento a la nacionalidad dominicana; 3) establecer mecanismos que impida la corrupción de las autoridades migratorias; 4) establecer un salario mínimo que impida que la mano de obra extranjera se convierta en una atracción para empresarios sin escrúpulos; 5) prohibir el empleo de personas indocumentadas ; 6)  gravar impositivamente el empleo de mano de obra extranjera; 7) dotar al CESFRONT de todo los mecanismos necesarios para llevar a cabo su misión y 8) crear un Ministerio de la Inmigración y de la identidad nacional para reducir el impacto de esta presencia absolutamente abrumadora.

Todas estas medidas quieren devolverle al Estado dominicano el control de su porvenir.

La solución del grave problema geopolítico en que nos hallamos inmersos no puede fundarse en el comunitarismo, que sería traspasarles nuestros derechos nacionales a ciudadanos de otro Estado, que vivirían permanentemente en un conflicto de lealtades. Tampoco puede fundarse en abstracciones ideológicas ni en ficciones de expertos, desconectados de la realidad e ignorante de la historia, sino en el respeto a las identidades nacionales de cada uno. Tras las temibles predicciones,  las circunstancias no han hecho más que empeorar.

Nadie va a salvar a la República Dominicana. ¡Esta tiene que salvarse a sí misma! 

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